Tu silueta recortándose en la terraza de aquel primer piso
de Madrid. Después de amanecer a tu lado y creer que todas las mañanas serían así.
Desayunarnos los labios y tomar el café en tres sorbos dispuestos a comernos el
día. Se desvanece. Nosotros en lo alto de la ciudad, de la mano, susurrando
todo lo que nos queda por vivir. Ya no queda nada. Ahora sólo quiero que el
amanecer me pille desprevenido, corriendo como loco hacia las olas de cualquier
playa. Desnudo. Intenso. Despojándome de todo lo que me queda y quedándome sólo
con los sueños. Ismael Serrano me invita a planear una huída. Y yo sólo quiero
amanecer en una azotea, viendo las estrellas, pidiendo deseos. Sabiendo que la
vida no es fácil. Pero siempre hay trenes a la hora en la estación. Que todas las
mañanas habrá alguien que quiera desearme los buenos días, aunque sea un
desconocido en el ascensor. Y todas las noches habrá alguien que me arrope
desde el cielo susurrando “No estarás solo”. Y regaré la vida, y me coseré la
sonrisa cada mañana hasta que la que salga sea verdadera. Siempre habrá algo
que me haga sentirme vivo. La música, la poesía, los amaneceres, los gatos, los
sueños, todo lo que nos hace grande sin que nos demos cuenta. Y un día
despertaré, y me sentiré en total armonía con el mundo y sabré que todo habrá
merecido la pena. “Porque vivir es el único reto.”
"Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida.
Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro. "
Alejandra Pizarnik.
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