El jazz
golpeaba las paredes de la habitación en penumbra. Dos
cuerpos que se buscan bajo las sábanas, arrancarnos la piel a tiras y
mordernos los labios. Intenso, eterno, un abrazo que es un canto a la
vida. Escribir cada noche en un folio en blanco todos los planes a largo plazo y empezar a hacerlos a la mañana siguiente. Morder
la vida cuando estamos juntos, saborear poco a poco el color del cielo,
el aire que nos rodea, amor. Perdernos en un Lunge Bar y encontrarnos en
medio del mar, las luces del puerto, las huídas sin cambiar de nombre.
No hace falta que cojamos un avión porque el destino más bonito son
nuestros brazos, y aunque odie la ciudad gris tú la pintas de colores.
Será que soy un romántico más, que en el espejo del baño hay huellas de
mis dedos después de escribir dos palabras, que cada vez que el agua
resbala por tu cuerpo no se me ocurre una cosa más bonita que abrazarte y
que sea agua de dos. Todo encaja. La música suena. Ha empezado la
película, nosotros somos los protagonistas y esta vez, no tendrá final.
El principio puede ser este: “Mezclábamos música y versos, besos y sueños y vivíamos la felicidad más pura."
Ahora, unos años depués sigo acordándome de aquel verano en el que fuimos indestructibles. Al final te tatuaste en el brazo izquierdo "Cualquier idiota puede herir a una mujer, pero sólo un hombre grande se la lleva para siempre". Sonreí.
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