Fuimos cometas, lo fuimos todo mientras devorábamos la vida en cada tren, en cada
estación. De mi casa a tu casa y tiro porque me toca. El mejor momento del día
era tu sonrisa. Los domingos que nos tumbábamos a ver aviones, los lunes que
corríamos por las calles. Buscando un gato tras cada esquina, agotando las
ilusiones para crear otras nuevas. Lo fuimos todo. Viajando sin movernos de la
cama, besándonos hasta perder la conciencia, acariciándonos los sueños
despacito, por temor a romperlos. Y un día arriba y otro abajo, matándonos y
amándonos a tiempo completo. Reconciliándonos en el suelo y discutiendo en la
cama. Fuego. Agua. Y vuelta a empezar. Caminando de la mano por cientos de
carreteras secundarias en las que yo imaginaba historias de héroes de fondo
amargo. No me digas que te estabas volviendo gris, no me lo repitas más veces
porque yo siempre te pinté de colores. Siempre. Y mientras tus lágrimas
resbalaban por mi cuello y las mías por tu pelo comprendí que ya no eras capaz
de ver el fondo de mis ojos. No sabías que necesito más amor que cualquiera. No
sabías que te daría más amor que cualquiera. Ya no estabas allí. Te habías ido
hacía mucho tiempo. Yo, caminaba sólo por las carreteras secundarias, yo, me
perdía viendo aviones en el cielo, yo, cada día más gris. Yo, volvía a casa de
la ciudad del viento en el tren de siempre pero sólo como nunca. El paisaje no
me decía nada. No había ninguna señal. Ya no quedaba nada. El vaso no estaba ni
medio lleno ni medio vacío, estaba roto en mil pedazos.
"Se aferra el corazón a lo perdido.
Cantar es disparar contra el olvido.
Vivir sin tí es dormir en la estación."
Joaquín Sabina
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