sábado, 4 de febrero de 2012

JUGANDO AL TETRIS

En el Tetris, como en el amor, al principio todas las piezas parecen encajar sin problema alguno.
En el Tetris, como en el amor, lo que no encaja, no encaja. Y punto.
En el Tetris, como en el amor, no siempre llega la pieza perfecta en el momento adecuado.
En el Tetris, como en el amor, a veces las estructuras que desafían todo tipo de lógica son las que más tiempo resisten.
En el Tetris, como en el amor, no puedes planificar nada más allá de una mísera pieza.
En el Tetris, como en el amor, basta con que te confundas una vez, para arrastrar ese problema hasta el final.
En el Tetris, como en el amor, esas piezas que a simple vista parecían encajar a la perfección, de repente, juntas, carecen de cualquier tipo de sentido.
En el Tetris, como en el amor, decides cuándo empiezas, pero no cuándo acabas.
En el Tetris, como en el amor, desearías que las cosas no fueran tan cuadriculadas.
En el Tetris, como en el amor, una base sólida y estable es la clave del éxito.
En el Tetris, como en el amor, hay gente que no entiende lo de “game over”.
En el Tetris, como en el amor, no hay trucos para ganar.
En el Tetris, como en el amor, no puedes estar jugando al mismo tiempo varias partidas. Si lo haces, perderás.
En el Tetris, como en el amor, triunfan los pacientes.
En el Tetris, nunca aparece la ficha que quieres y necesitas y, sin embargo, hay a patadas de las que no te interesan.
En el Tetris, como en el amor, si haces trampas, te las estás haciendo a ti mismo.
En el Tetris, como en el amor, siempre te arrepientes de algunas jugadas.
En el Tetris, como en el amor, borracho se toman peores decisiones.
En el Tetris, como en el amor, hay momentos en los que todo va demasiado rápido.
En el Tetris, como en el amor, se aprende de errores pasados.


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