sábado, 3 de noviembre de 2012

RELOJ PARADO A LAS 7. CUENTO DE PAPINI

En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siente en punto.
 
Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos durante el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.
 
Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, marcan las siete, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del universo.
 
Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes acallan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hor que alguna vez detuvo su andar.
 
Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.
 
También yo estoy detenido en un tiempo. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.
 
Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.
 
Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.
 
La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como a mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los demás.
 
...Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.
 
Pero sé que la vida es otra cosa.
 
Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía con el universo.
 
Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.
 
Sólo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianeidad.
 
Por eso te amo, viejo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo......
 

Recorde este cuento al escuchar una conversación....... hablaba una mujer por telefono con una amiga y le decia que me sentia como un reloj que se habia quedado parado en una hora y no habia forma de que sus minutos avanzaran............
 
Pensé entonces que aunque sea un reloj parado....tengo dos momentos de felicidad en mi vida.....como el cuento del reloj.......
 
Con ello venia a decirme que aun que no quiera vivir.....aunque crea estar parado en el espacio......hay momentos en los que formo parte del todo........y a eso debo agarrarme para seguir.........
 
.........gracias........a todos esos pequeños segundos que componen mi rueda del reloj........y a los ojos que se posan sobre el aun sabiendo que no funciona.....gracias hijos, familia, amigos, por ser.....mis manecillas.....mi cuerda....mi vida

1 comentario:

  1. Precioso cuento de Giovani Papini; extraordinaria reflexión sobre el vivir.
    En cuanto a la segunda parte, que desconozco si es tuya o no, es imperdonable el uso indiscriminado de los puntos suspensivos. En nuestra lengua, los puntos suspensivos son un signo de puntuación y siempre son tres y solo tres; cualquier otra cosa es tontería escrita.

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