lunes, 12 de marzo de 2012

REFLEXIONES DE MEDIA VIDA

Erase una vez un niño que jugaba a ayudar a los más débiles, a rescatar princesas, en verano, cuando el sol arreciaba y toda la pandilla campaban por las calles desiertas, él se introducía en su cabina "virtual", que era el "doblao" de su casa, levantaba la escotilla de madera de la ventana que daba a la calle, orientada al sur, al valle que se divisaba desde su pueblo natal y sentado sobre una vieja alfombra imaginaba como sería despegar y volar!!!

Aquel niño siguió creciendo y pasando los mejores veranos del mundo en aquel pequeño pueblo de Encinasola y llegó el día en que su mundo creció con él y comenzó a viajar por sus estudios que le llevaron a ponerse un uniforme, a modo de traje del superheroe que de pequeño quería ser, como excusa de darse a los demás, a ciudades y pueblos alejados de la ciduad donde vivía y aún más lejos de aquel pueblo donde forjó muchos de sus ideales bajo la luz de las estrellas más claras y más abunantes que jamás hubiera visto y luego, continuando con ellos, a la ciudad cercana y luego, trabajando, a las ciudades de su autonomía, y luego, en su viaje de novios a numerosas ciudades y pueblos de su país, donde llegaba cada día a una diferente sin reserva previa, a la aventura...

Ya no era un niño, ya no soñaba como antes, pero su capacidad de imaginar seguía intacta, tal vez más aún, estaba potenciada tras tantos años de ponerla en práctica. Y siguió imaginando, imaginó otras ciudades, donde vivir y trabajar, donde seguir ayudando a otras personas, imaginó que tenía hijos y esto le costó gran esfuerzo, pero la mayor de las alegrias, la mayor de sus recompensas, imaginó que ahora podría volver a volar, volar libre y abrirse al mundo!!!

Pero se dio cuenta que había echado raices y que estas lo ataban a la tierra donde ahora trabajaba y vivía y se lamentó por ello. Lamentó no haberlo hecho en aquellos años en los que era joven y podía haberse lanzado al mundo y no lo hizo. Se lamentó por ser tan tímido y por costarle tanto los cambios. Se lamentó de ya no poder hacerlo. Y los sueños, los sueños lo habían abandonado ya, apenas soñaba y cuando lo hacía se veía trabajando y era pesadillas y no sueños aquello que soñaba.

Aquel niño que una vez soñó ser como Dan Defensor, siendo ciego en un mundo hostil, pero con fuerza y habilidades suficientes para ser un Quijote en el siglo XXI, descubrió que su mundo le oprimía, le quedaba pequeño y que tal sólo tenía una única y pequeña oportunidad de cumplir con sus sueños. Y la melancolía lo envolvía a veces, y los días pasaban rápido, cuan rápidas pasaban las semanas. Y el pelo se le llenó de canas y el corazón de achaques, lo cual lo hizo envejecer en espíritu más que en cuerpo. Solo tenía un oportunidad, o la aprovechaba ahora o...

Buscó, buscó y encontró, en alguna parte de su ser, la llama que de niño brillaba cegadora, ahora siguiera luciendo lo suficiente para mantener viva la esperanza. Esperanza en que algo mejor estaba por venir, esperanza en que sus sueños aún podían realizarse, esperanza en que con la madurez lo alcanzase la sabiduría y tal vez aún no fuera demasiado tarde para lanzarse al mundo.

El futuro era incierto, siempre lo fue, aunque hubo un tiempo en que no le preocupase tanto, ahora seguía viviendo, pues como el náufrago, esperaba que la marea le trajese algo que poder usar como vela, con lo que salir de su isla. Y aunque los días y las semanas pasasen, él seguiría viviendo para sus sueños, pues tal vez así, en un futuro no muy lejano, alguno de ellos pudiese cumplirse... 


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