martes, 13 de marzo de 2012

AL OTRO LADO DEL ESPEJO

Al otro lado del espejo había un mundo maravilloso en el que me sentía feliz, no había tristezas, simplemente las cosas pasaban porque tenían que pasar; las personas iban y venían, algunas se quedaban un tiempo y otras desaparecían sin darme cuenta; tenía lo que necesitaba para vivir y sabía dónde estaba el límite de las cosas y de las personas, sabía lo que podía esperar de cada una y, sobre todo, lo que podía esperar de mí.
 
Al otro lado del espejo sólo estaba mi imagen y, por fin, había llegado el día en que me había conocido a mí mismo.
 
Conocerse a uno mismo es una aventura maravillosa, pero a la vez llena de decepciones, de peligros, de tristezas y de alegrías.
 
Nos gusta analizar a los demás, hablar de su comportamiento, de lo que han dicho o han hecho, pero nos da miedo enfrentarnos a cómo somos nosotros. No somos perfectos y creo que tampoco debemos aspirar a serlo; lo mejor es cometer errores, porque de ellos aprendemos; debemos caer y levantarnos; debemos reír y llorar; debemos aprender cada día; debemos aprender de cada persona que nos acompaña en nuestro camino, debemos vivir.
 
Es duro darte cuenta de tus propios fallos, de que tu vida no es la que querías, pero ¿quién la tiene?, sinceramente creo que nadie; a todos nos falta algo, todos necesitamos siempre más. Aunque una de las claves para ser feliz es conformarse con lo que uno tiene.
 
Lo mejor que nos puede pasar es sentarnos frente a ese espejo que todos tenemos en casa y darnos cuenta que nosotros somos lo que decidimos ser; que la vida no es tan complicada; que todos pasaremos por alegrías y penas; que la vida, como en el espejo, nos devolverá lo que le demos.
 
Al otro lado del espejo simplemente estamos nosotros: pongamos una sonrisa y el espejo nos la devolverá, digamosle te quiero y nos lo dirá. Al otro lado del espejo, cada vez que nos miremos, estará nuestro mejor amigo, querámoslo.
 
 

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