Atardecía
y un par de conocidos que se conocían demasiado bien caminaban de la
mano. Ella se entretenía con cada flor silvestre que encontraba al borde del camino, con los gatos que cruzaban las callles y aparecían bajo
los coches y las sorpresas callejeras. El escuchaba y sonreía de vez en
cuando, a veces creía que era una loca y otras veces adoraba seguirla y
escuchar el torrente de palabras que salía de su boca. Ella tenía los
labios más normales del mundo, los ojos de un color universal, su pequeño cuerpo no tenía nada especial, pero cuándo la escuchabas,
podías ir al cielo o al infierno. Dependiendo de cómo estuviera su
corazón ese día. El tenía un corazón enorme, color cielo, y estaba
dispuesto a coger su mano esa tarde y el resto de tardes de su vida.
Llevaban en una mochila una manta, un par de bocadillos y una botella de
agua. Habían planeado hacer un picnic extraterrestre, ella adoraba ver
atardecer y ese día el sol estaba más bonito que nunca. Se sentaron y
dejaron que el silencio llenara ese momento. El aire corría, y a lo
lejos saludaban las cuatro torres. El sol poco a poco fue poniéndose
mientras ellos hablaban de todo y de nada. Ella guardaba ese momento en
su corazón mientras él la miraba como pocas veces lo había hecho,
queriendo parar el tiempo. Al final, el sol terminó escondiéndose dando
lugar a un viento gélido. El frío les obligó a marcharse y corrieron por
las calles cogidos de la mano, su afición favorita después de besarse
los ojos. Había sido una tarde perfecta. No me importaría pasarme la vida
entre picnics y atardeceres, besos y sueños, mar y cielo, no me
importaría pasarme la vida contigo.
-Yo diría que entre un "no lo suficiente" y un "nada de nada". Siempre estuve hambrienta. Aunque sólo hubiera sido una vez, hubiera querido recibir amor a raudales. Hasta hartarme. Hasta poder decir: "Ya basta, estoy llena. No puedo más". Me hubiera conformado con una vez. Así que pensé lo siguiente: "Conoceré a alguien que me quiera con toda su alma los trescientos sesenta y cinco días del año". Estaba en quinto o sexto de primaria cuando lo decidí."
Tokio Blues - Haruki Murakami
Clementine
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