martes, 11 de diciembre de 2012

QUEMAR LAS NAVES



Seguro que alguna vez oíste la expresión “Quemar las naves” sobre la cual hay diferentes versiones de su origen. Se cuenta que Hernán Cortes cuando desembarcó en lo que hoy es México mando quemar las naves para que sus hombres no pudieran retroceder o huir.
 

“Caballeros, si regresamos a casa lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos".
 

Algo similar había hecho Julio Cesar en una de sus campañas cuando después de cruzar el rio Rubicón mando destruir el puente pronunciando la famosa frase "Alea jacta est" (La suerte está echada).
 

Desde entonces utilizamos la expresión “quemar las naves”, como modo de obligarnos a afrontar las cosas y luchar con todas nuestras fuerzas para conseguir algo, que se supone la única opción. Por el contrario, si hablamos de “no quemar las naves”, nos referimos a dejar  una puerta abierta, una vía de escape que nos permita en un momento determinado salir ilesos de algún problema.

“¿Cuántas veces la falta de fe, el temor y la inseguridad, el estar atado a lo seguro nos priva de conseguir nuevos éxitos, nos hace renunciar a los cambios, nos hace renunciar a los sueños, nos hace negar los anhelos y las metas que están grabadas en lo más profundo de nuestros corazones?
 

¿Cuántas veces la seguridad de poseer algo nos hace renunciar a la posibilidad de conseguir mucho más. Cuántas veces lo que tenemos fácilmente a nuestro alcance, nos impide crecer, haciendo que la seguridad se convierta en mediocridad, en fracaso y en monotonía?
 

El ejército de Alejandro Magno venció en aquella batalla regresando a su tierra a bordo de los barcos conquistados al enemigo. Los mejores hombres no son aquellos que han esperado las oportunidades sino quienes las han buscado y las han aprovechado a tiempo.”


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