Cuando oyó la voz de aquella señora sintió miedo, era fuerte, con
decisión. No comprendía muy bien lo que quería decir. Hasta ahora estaba
acostumbrado a oír una única voz de mujer, una voz que sonaba con eco,
pero que le llenaba de amor, de tranquilidad,...
Se sentía protegido en su cueva. A veces se preguntaba cuánto tiempo
estaría ahí. Le asustaba enfrentarse a lo desconocido. Tenía todo lo que
se necesitaba: agua, alimento y sobre todo, amor.
Se reía recordando en las cosquillas que aquella voz dulce de mujer le
hacía con su mano. A decir verdad, nunca supo cómo era el tacto de su
piel, pero para él era suave, tierna.
Tenía pocos recuerdos: sus días pasaban jugando en aquella especie de
zulo en que se encontraba encerrado. Aprendió a dar volteretas, sin
saber que aquello que hacía se llamaban así; pero lo mejor del día era
cuando todo quedaba en silencio y, chupándose el dedo y colocándose en
postura fetal, se quedaba dormido.
Pero aquel día todo era distinto y estaba muy asustado.
Apretaba los puños con fuerza, sabía que muy pronto todo iba a cambiar,
que dejaría de dar volteretas, que su hasta entonces "hogar" cambiaría y
no sabía a qué iba a tener que enfrentarse.
Volvió a escuchar la voz fuerte de aquella señora que decía: "Tranquila,
todo irá bien". ¿Cómo que todo va a ir bien?. Procuró olvidarse de lo
que estaba pasando y volvió a mirar aquellas paredes rugosas que la
había cobijado hasta entonces. No quería abandonarlas, tenía miedo....
Entonces todo tembló, sintió un fuerte dolor y vio una luz. Era algo que
le deslumbró y tuvo que cerrar los ojos. La puerta de su cueva se había
abierto y el río de agua que pasaba a su lado corrió hacia la salida
como una catarata dejándole sin nada para beber. Tuvo miedo. No sabía
que era lo que iba a venir después.
La voz de la señora se hizo más fuerte: "Tranquila, tranquila, todo va
bien". Aquello resonó en sus oídos como un trueno. Recordó que una vez
oyó una música parecida, algo muy estridente y que se agarró las
rodillas para huir de aquello. Pronto algo le hizo volver a la realidad:
notó que tiraban de él, que le agarraban por los hombros y sintió un
dolor aún más profundo. La luz se hizo tan penetrante que apretó
fuertemente los ojos para que no le cegara.
Durante unos segundos no supo dónde estaba, sólo oía voces y no podía
abrir los ojos. Sintió tanto temor que se puso a temblar. Tenía frío.
Sabía que ya no estaba en su cueva, pero ¿dónde estaba?.
Cuando creyó que ya no podría resistir más aquella situación, oyó la voz
dulce de la mujer que hasta entonces le había hecho cosquillas que le
decía: "Bienvenido a la vida hijo mio". Y por fin, pudo saber cómo era
el tacto de su madre.
Tanta emoción le hizo romper a llorar y todos a su alrededor rieron.
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