viernes, 18 de mayo de 2012

VOCES

Cuando oyó la voz de aquella señora sintió miedo, era fuerte, con decisión. No comprendía muy bien lo que quería decir. Hasta ahora estaba acostumbrado a oír una única voz de mujer, una voz que sonaba con eco, pero que le llenaba de amor, de tranquilidad,...
 
Se sentía protegido en su cueva. A veces se preguntaba cuánto tiempo estaría ahí. Le asustaba enfrentarse a lo desconocido. Tenía todo lo que se necesitaba: agua, alimento y sobre todo, amor.
 
Se reía recordando en las cosquillas que aquella voz dulce de mujer le hacía con su mano. A decir verdad, nunca supo cómo era el tacto de su piel, pero para él era suave, tierna.
Tenía pocos recuerdos: sus días pasaban jugando en aquella especie de zulo en que se encontraba encerrado. Aprendió a dar volteretas, sin saber que aquello que hacía se llamaban así; pero lo mejor del día era cuando todo quedaba en silencio y, chupándose el dedo y colocándose en postura fetal, se quedaba dormido.
 
Pero aquel día todo era distinto y estaba muy asustado.
 
Apretaba los puños con fuerza, sabía que muy pronto todo iba a cambiar, que dejaría de dar volteretas, que su hasta entonces "hogar" cambiaría y no sabía a qué iba a tener que enfrentarse.
 
Volvió a escuchar la voz fuerte de aquella señora que decía: "Tranquila, todo irá bien". ¿Cómo que todo va a ir bien?. Procuró olvidarse de lo que estaba pasando y volvió a mirar aquellas paredes rugosas que la había cobijado hasta entonces. No quería abandonarlas, tenía miedo....
 
Entonces todo tembló, sintió un fuerte dolor y vio una luz. Era algo que le deslumbró y tuvo que cerrar los ojos. La puerta de su cueva se había abierto y el río de agua que pasaba a su lado corrió hacia la salida como una catarata dejándole sin nada para beber. Tuvo miedo. No sabía que era lo que iba a venir después.
 
La voz de la señora se hizo más fuerte: "Tranquila, tranquila, todo va bien". Aquello resonó en sus oídos como un trueno. Recordó que una vez oyó una música parecida, algo muy estridente y que se agarró las rodillas para huir de aquello. Pronto algo le hizo volver a la realidad: notó que tiraban de él, que le agarraban por los hombros y sintió un dolor aún más profundo. La luz se hizo tan penetrante que apretó fuertemente los ojos para que no le cegara.
 
Durante unos segundos no supo dónde estaba, sólo oía voces y no podía abrir los ojos. Sintió tanto temor que se puso a temblar. Tenía frío. Sabía que ya no estaba en su cueva, pero ¿dónde estaba?.
 
Cuando creyó que ya no podría resistir más aquella situación, oyó la voz dulce de la mujer que hasta entonces le había hecho cosquillas que le decía: "Bienvenido a la vida hijo mio". Y por fin, pudo saber cómo era el tacto de su madre.
 
Tanta emoción le hizo romper a llorar y todos a su alrededor rieron. 


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