Llegan las noches del tan ansiado sábado.
Cuando eres pequeño es la noche en que te puedes ir más tarde a la cama
porque al día siguiente no hay cole; es todo un privilegio y te hace
sentirte mayor, así que aprovechas para jugar, para ver la tele y
aguantas lo indecible a pesar de que tus ojos se cierran, acostumbrados
como están los pobres a un horario que les reclama dormir.
En la adolescencia es la noche deseada; te arreglas y sales con tus
amig@s; ya eres mayor; pero ahí están tus padres para ponerte una hora
límite a tus descubrimientos. Es la noche en que descubres tu primer
beso, tu primera bebida con alcohol, tu primer cigarrillo, tu primera
decepción al ver a la persona que te gusta con otr@. Constantemente
miras el reloj para no llegar tarde a casa, porque conllevaría no salir
en unos cuantos sábados. Apuras hasta el último minuto y, después,
corres para llegar en el tiempo límite.
Pasada la veintena ya no hay horario, no hay primer beso, no hay
decepciones. Tienes libertad total y absoluta y unos pasan la noche de
bar en bar, otros en algún local con los amigos y, los más afortunados,
con la persona de sus sueños.
Pero ¡ay cuando pasas de los cuarenta!. Tal cual están las cosas lo más
normal es que acudas a cenar a casa de algún amigo o que vengan a tu
casa (la economía no da para ir de restaurantes). Sabes que si te pasas
con las copas lo vas a pagar durante unos días, porque el cuerpo te dice
que ya no tienes edad para tanto "desmadre". Las tertulias con tus
amig@s se hacen interesantes porque estás con aquell@s en quienes
confías y puedes decir todo lo que te dé la real gana; y aguantas
críticas y las comprendes y te permites trasnochar, aunque sabes que en
el interior de tu cuerpo hay un reloj que, al día siguiente, te
despertará a la hora habitual.
Cuando tu edad ya es más avanzada acudes a bailar a algún local, si es
que alguien ha tenido la idea de abrir alguno en tu lugar de residencia,
y disfrutas como cuando eras niño: al día siguiente no tienes
obligaciones, ni al otro, ni al otro, porque ya estás retirado, pero hay
algo en esas noches que te hace alegrarte y sonreír y disfrutar y
ponerte lo más guap@ posible y vivir.
Sábado sabadete, da igual la edad que tengas, es una noche que promete.
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