domingo, 20 de mayo de 2012

VIVIR EN EL AQUÍ Y EL AHORA




Este mensaje es para todos los que han/hemos llegado hasta la situación del sufrimiento, y hemos tomado la decisión de no aceptar mas dolor. Queremos hallar felicidad, pero nos asemejamos al hombre que "cree haber perdido su caballo, se pasa toda la vida buscándolo, y al final descubre que siempre estuvo montado en el" (chuang Tzu).

Estamos habituados a tener la atención dirigida hacia afuera, para percibir con la mente todo aquello que es exterior a nosotros. Dejamos que la mente interprete cuál es el mundo real. Permitimos que designe lo que somos, según la comparación con las fachadas que fabrican los demás. Es la mente quien decide si eres pobre o rico, bonito o feo, bueno o malo, poderoso o miserable, inteligente o bruto. Y luego pasamos la vida anhelando ser aquello que no somos, tener aquello que no poseemos y sufrimos enormemente porque no podemos alcanzarlo.

Cuando construimos nuestra realidad con la mente, el pensamiento siempre está en movimiento. Viajamos al pasado a recorremos una y otra vez aquellos eventos traumáticos donde nos quedamose atascados. Repasamos el dolor y dramatizamos diálogos interminables de lo que podríamos haber hecho y lo que deberíamos haber dicho. En este proceso perdemos nuestra salud, nuestra alegría, y el mundo parece gris y desabrido.

La mente no sabe vivir el tiempo presente, porque está demasiado ocupada para percibirlo. Si no está rebuscando en los archivos del dolor, estará planeando el futuro dentro de los parámetros de lo que ya hallamos vivido. Ella no tiene posibilidades de aceptar algo diferente a lo que ya conoce, ni tampoco consigue manipular lo que vendrá para complacer nuestros deseos y apetencias. Los pensamientos proyectados al futuro nos paralizaran de miedo, porque se enfrentan con la incertidumbre. Y el miedo es nuestro peor consejero, recuérdalo. Si lo aceptamos como huésped nos atraerá precisamente aquello que mas tememos.

Cuando tomamos la determinación de ser felices, solo hay un cambio que debemos hacer para lograrlo. Usar nuestra facultad de atención, y dirígirla hacia adentro. Lo primero que trascenderemos será el concepto del tiempo. Nos daremos cuenta de que el pasado no existe ya y que, para ser libre, debemos diluirlo. Que el futuro se sale de nuestras manos, pues su único elemento fijo es la inseguridad. Es así porque la eficacia de nuestro aprendizaje depende ampliamente del hecho de enfrentarnos con aquello que ignoramos.

Solo podemos ser feliz en el “aqui y el ahora”, que es lo único que es nuestro. Ese “aqui y ahora” tenemos que vivirlo, no con la mente y sus juicios interminables, sino con la conciencia de nuestro cuerpo físico y nuestra inteligencia. Esto lo conseguiremos si cultivamos la atención enfocada hacia nuestro interior. Desde allí se nos revelara un universo nuevo, espiritual y perfecto.

El “aqui y el ahora” nos permite disfrutar del regalo que son nuestros sentidos, el olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído, que están ahí para realzar la vivencia de las maravillas que nos rodean. Cuando la mente interfiera para sabotear nuestra percepción, volvamos inmediatamente nuestra atención hacia el cuerpo. Hay dos formas eficientes de lograrlo: podemos hacer conciente nuestra respiración, o conectarnos con los latidos del corazón, tomándonos el pulso.

Permitamos que el pasado se disipe con el convencimiento de que siempre hicimos lo mejor que pudimos. El futuro dejara de amenazarnos si sabemos que siempre estamos bajo el cuidado de la provisión divina, que es perfecta. Nosotros pertenecemos ahora a la eternidad, que equivale al enfoque consciente en el “aqui y el ahora”. Este es el secreto de un hombre, que al acercarse el final de su vida sabe morir, simplemente porque ha sabido vivir.




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