viernes, 17 de agosto de 2012

HÉROES DE CARNE Y HUESO

Pocas cosas en esta vida son tan difíciles como ser padres. Cuando nuestros hijos son bebés o tienen pocos años de vida es fácil alimentarlos, cuidarlos cuando están enfermos, jugar con ellos,…, pero pasan los años y esos pequeños enanos crecen y comienzan a preguntar, comienzan a enfrentarse con un mundo, algunas veces cruel, que les enseña que no todo es alegría y risas, que, de vez en cuando, llegan bofetadas que nadie espera y que, en sus aún pequeñas cabezas, no tienen respuesta.
 
Entonces recurren a nosotros y simplemente nos dicen “¿por qué?”. ¿Quién es capaz de decirles que, superados los cuarenta nos seguimos haciendo la misma pregunta?.
 
Siempre había creído que el punto principal en la educación de un hijo es no desautorizar a su padre o a su madre; pero esas pequeñas cabecitas no paran de funcionar y lloran intentando comprender las injusticias de la vida, buscando en nosotros la solución a todos sus problemas, la garantía de que papá y mamá lo pueden arreglar todo.
 
No hay mayor dolor para un padre o una madre que el sufrimiento de un hijo, y de ese dolor se sacan las fuerzas, creces hasta convertirte en un gigante y le dices a tu hijo que luche, que se enfrente a los problemas, que la vida es difícil, que el dolor existe, y él te mira con cara de incomprensión: sus papás no tienen la solución para todo. Y es entonces, cuando ves ese rostro desamparado, incrédulo, cuando salen las palabras del corazón y dices: “Papá y mamá siempre estarán contigo y te apoyarán, te querrán, te levantarán cuando te caigas y te enseñarán a hacerte mayor”. En ese momento tu hijo sonríe, vuelves a ser su héroe o su heroína, a tener el remedio a todos sus problemas, a pesar de que, por dentro, sabes que no es así y que sus héroes son de carne y hueso y también lloran y se preguntan ¿por qué?

Es por tí, Miguel.

 

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