Hoy estamos de fiesta en casa: ¡ Ha venido el Ratoncito Pérez!.
Ayer
por la noche hubo que dejar al gato con la puerta cerrada para que no
lo asustara y así se pudiera llevar el diente y dejar alguna sorpresita.
Nervios y más nervios y no poder dormir.
Todos
en nuestra mente nos hemos imaginado cómo sería ese ratón que es capaz
de traer desde una moneda hasta un cuento y a todos nos hubiera gustado
ver su casa construida con los dientes que ha ido recogiendo por todo el
mundo; y, por qué no, también nos hubiera gustado ser ese ratón capaz
de, en una noche, recoger todos los dientes, como pequeños tesoros, y
dejar cualquier pequeño detalle a cambio.
Luego nos hacemos mayores, y a algunos los ratones pasan a darles asco y
pegan chillidos cuando ve alguno. ¿Ya no nos acordamos de la ilusión
con que esperábamos al señor Pérez?.
Sería bonito poder dejar algo nuestro que ya no necesitamos y, a la
mañana siguiente, encontrar una sorpresa maravillosa. Sería bonito no
olvidar que alguien tuvo pequeños detalles con nosotros hace tiempo y
ahora le damos de lado e incluso, si podemos, le damos hasta masacrarlo.
Dejamos marchar de nuestro lado a todos los Ratoncitos Pérez que han
pasado por nuestra vida y, con ellos, se van muchas de nuestras
ilusiones, poder dar y recibir, poder sentir ese cosquilleo en el
estómago que dan las pequeñas sorpresas que alegran nuestra vida diaria,
poder enseñar ese feo agujero en nuestra boca que es todo un símbolo de
victoria.
Pequeñas cosas en un mundo de pequeños del que los adultos somos cómplices y no queremos que pierdan, pero que nosotros hemos perdido; pequeñas ilusiones como pequeño es el ratón.
Pequeñas cosas en un mundo de pequeños del que los adultos somos cómplices y no queremos que pierdan, pero que nosotros hemos perdido; pequeñas ilusiones como pequeño es el ratón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario