lunes, 11 de junio de 2012

HAZME COSQUILLAS

Yo, como todos, también necesito reír. También necesito esas manos que se acercan sigilosas a mí y me atacan, me hacen soltar las carcajadas más grandes que haya recordado, hacen que me duela el abdomen y crea que la comisura de mis labios se vaya a romper en dos.
 
Yo, como todos, también necesito tumbarme. También necesito que mi cuerpo se relaje y que disfrute del silencio hasta que alguien lo interrumpa para hacerme reír, para disfrutar, para volver a ser una niño.
 
Yo, como todos, un día fui pequeño, y probablemente, cuando alguien me vio en mi sillita de paseo se acercó y me hizo una cosquillita, a la que yo seguro que respondí con una sonrisa. Fui creciendo y me seguían gustando las cosquillas, incluso llegaba a hacer batallas, a ver quien aguantaba más sin reír (yo siempre perdía).
 
Ahora buscamos quien nos las haga; quien sepa meter esos dedos en nuestro corazón y en nuestro pensamiento y nos haga un simple gesto, algo parecido a una cosquilla, que nos alegre un pequeño rato de nuestras vidas. ¿Por qué no podemos volver a las batallas de cosquillas? ¿Por qué tenemos que ser adultos serios y respetables, sin buscar ese espacio para disfrutar, para sonreír, para soltar una carcajada?.
 
Quizá nos veamos demasiado “mayores” para que venga alguien a hacernos cosquillas, como cuando éramos pequeños; pero se las pueden hacer a nuestro corazón con una palabra amable, con un gesto bonito, con una sonrisa cómplice, con un beso robado,…
 
Hagamos cosquillas a los demás y dejemos que nos las hagan; quizá nuestro perfecto mundo de adultos se verá lleno de alegría y de risas que por un momento nos harán ver lo equivocados que estamos en tantas y tantas ocasiones.

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