La mirada del filósofo es como la mirada del niño, y su mente y sus
preguntas. Como el niño que pregunta "¿Y por qué?" incansablemente,
insistentemente. Siempre tienen un "¿Por qué?" más en la lengua, quieren
llegar a la última causa de todo. Y acuden a sus padres, mentes
todopoderosas, dueñas de todas las respuestas. Los padres pacientes
aguantan hasta tres o cuatro "¿Por qué?", y luego le dicen al niño
filósofo que se calle. ¿Cuántas preguntas puedes aguantar?
Últimamente cada vez nos mandan callar antes. Pero yo tengo muchas preguntas, y no sé a qué padres preguntarles por todo. ¿Acaso no siguen siendo los padres niños preguntándose el porqué de todo? Todos niños ante el infinito universo y sus causas. Todos presas de la curiosidad inmensa e insaciable. Y yo me pregunto siempre, siempre, siempre, ¿por qué?
Últimamente cada vez nos mandan callar antes. Pero yo tengo muchas preguntas, y no sé a qué padres preguntarles por todo. ¿Acaso no siguen siendo los padres niños preguntándose el porqué de todo? Todos niños ante el infinito universo y sus causas. Todos presas de la curiosidad inmensa e insaciable. Y yo me pregunto siempre, siempre, siempre, ¿por qué?
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