miércoles, 25 de abril de 2012

EMOCIONES

Estamos recubiertos por una fina piel, nos vemos obligados a llevarla para no tener que mostrar nuestras verdaderas emociones. Pintamos y hazicalamos nuestros cabellos, cubrimos de ropas nuestro cuerpo, pintamos y maquillamos nuestras caras o las ocultamos tras una máscara bien trabajada y que se amolda a la perfección a nuestro verdadero rostro.

Como actores en una gran representación nos aprendemos los distintos papeles que la vida nos obliga a representar. El traje para ir a trabajar, el chándal de hacer ejercicio. Elegimos el pantalón que mejor disimula nuestras caderas y realza nuestro culo, o usamos una camiseta que se adapte a la perfección a aquello que deseamos aparentar.

Para poder representar nuestros papeles a la perfección necesitamos la colaboración de las personas que nos rodean, ellos nos preparan el escenario y nos ayudan a fingir ser personas que no somos.

Pero entonces, un día encontramos a alguien, ese alguien no ve nuestra piel falsa y no se fija si hemos elegido la mejor camiseta o si nuestro peinado es el que más nos favorece. Y como quien no quiere la cosa, nuestras emociones ocupan el lugar que se merecen. Podemos llorar y podemos reírnos, aprendemos a tocar y notar la piel fina bajo la yema de nuestros dedos. Rozamos la ternura a cada momento y saboreamos incluso las cosas más amargas.

Todo aquello que nos rodea, el resto de actores de reparto ya no parecen ser tan necesarios para que nuestra actuación sea la mejor. Nos damos cuenta de la falsedad del resto del mundo y nos reímos del paso del tiempo.

Hay muchos actores que nunca tendrán un verdadero valor en sus representaciones, son actores secundarios que jamás aprenderán a mostrarse con la naturalidad que hace falta. Se colocan sus vestidos de jefes o de amigos o de esposas o novios, son tan superficiales que a parte de no mostrar jamás sus emociones tampoco tienen la capacidad para ver en el interior de las personas. Pero todo esto no tiene ningún valor, nos empeñamos en seguir viviendo bajo el telón de un gran escenario, fingiendo ser personas que no somos y tan solo nos mostramos en la intimidad de la oscuridad o bajo las sábanas del compañero ideal.

Llevamos una gran mochila llena de caras que utilizamos como máscaras y que vamos colocando como si de un SMS se tratara. Emociones que contenemos por miedo a mostrarnos tal y como somos realmente. 

Para seguir adelante no es necesario disimular y fingir, porque realmente las personas que pueden decir siempre lo que piensan, que pueden mostrarse tal y como son y que viven de cara a sus emociones son las más envidiadas. Es sencillo, si puedes ser tu mismos es mejor que lo seas, si puedes emocionarte es mejor hacerlo, porque llega un momento que la interpretación, por muy buena que sea, no convence a nadie.



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