Después de construir las colmenas las abandonan y dejan toda la miel que fabricaron.
Levantan vuelo hacia su próxima morada sin mirar para atrás.
En la vida de las abejas encontramos una gran lección. En general el hombre construye para sí, piensa en el valor de la propiedad, ambiciona conseguir más bienes, sufre y pelea ante la inminencia de perder aquello por lo que “luchó” conseguir.
Prisionero en un plano denso, pierde oportunidades de experiencias superiores. Pero lo cierto es que “Donde esté nuestro corazón, allí estarán nuestros tesoros...”
La lección de las abejas está en su espíritu de donación. En un acto poco común de desapego, abandonan lo que les llevó una vida construir. Simplemente lo sueltan sin preocuparse por el destino que tendrá. Dejan lo mejor que tienen, sea para quien fuere, y parten a construir una nueva colmena que volverán a llenar de miel.
El ejercicio consiste en tener siempre presente que nada ni nadie nos pertenece, que no vinimos al mundo para poseer cosas o personas.
El destino de las abejas es construir, trabajar y crear… pero nunca poseer.
Maravillosa lección.
Los favores del destino tienen un precio, y para los que se benefician de las indulgencias de la vida, existen obligaciones de rigor absolutamente innegociables.
La vida siempre pone un precio excesivo a las cosas mas bellas…
algunos pasamos la nuestra regateando con ella.
algunos pasamos la nuestra regateando con ella.
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