viernes, 14 de septiembre de 2012

EL REY, EL PEÓN. MANERAS DE VIVIR

Hay un momento a mitad de la película en que Forrest Gump dice: “Yo no sé mucho de casi nada, pero…”. Y a decir verdad, si me paro un segundo a pensarlo, yo tampoco es que sepa mucho de casi nada, pero si tienes cinco minutos sueltos para escuchar, sí que hay un par de cosas que me gustaría compartir contigo.

En estas últimas semana he tenido mucho tiempo para pensar sobre la vida, y algún que otro ratillo para reflexionar sobre la muerte. Pero como sólo de nombrar lo segundo me recorre un escalofrío por la espalda (incluso aún recuerdo que cuando era pequeñajo y me ponía a pensar en ello, me echaba a llorar sin remedio y mi madre me tenía que dejar jugar un ratillo como premio para que se me pasase), creo que, sobretodo hoy, me apetece hablar sobre lo primero.

Sabes, la vida es curiosa y enseña lecciones en los momentos más inesperados. Una mañana hace un par de semanas, fuí a Madrid a hacer unas gestiones y visitar a unos clientes. Monté en el metro que estaba casi vacío y me senté junto a la puerta. Entre estación y estación y observar a los pasajeros que ivan entrando, el rato fue pasando y el metro se fue llenando hasta que cinco o seis paradas después ya no quedaba ningún asiento libre.

En la parada siguiente subió mucha gente, entre ellos una pareja de señores mayores que se vieron un poco apurados al subir y que poco a poco fueron recorriendo el vagón del metro hasta llegar a la altura de donde estaba. Al verlos le di un golpecito a la señora en el hombro y le dije que por favor se sentasen en mi sitio. Me levanté rápidamente y aquella señora ocupó mi lugar dándome amablemente las gracias.

Me agarré de pié al lado de la puerta esperando llegar a mi estación sin darle mayor importancia hasta que llego mi parada y al bajar, cuando no llevaba mas de dos pasos recorridos por el andén, una señora mayor, a la que ni siquiera había visto en el vagón, me cogió del brazo por detrás. Me giré rápidamente y entonces dijo: “Gracias por ser así”. Yo me la quedé mirando por un momento con cara de – no tengo ni idea de lo que me está hablando -. Así que continuó: “Gracias por haber dejado sentar a esa anciana, ya nadie lo hace”. Me quedé tan sorprendido que sólo acerté a contestarle: “Gracias a usted, no hay de que”. Y la mujer siguió su camino tan contenta.

La verdad es que me hizo muchísima ilusión, pero luego al pensarlo después sentí un poco de pena. Y es que, ¿no es una pena que algo que debería ser tan común como ceder tu asiento a una persona mayor se haya convertido en algo tan extraordinario que tengan que agradecerte por ello?. Creo que en algo nos estamos equivocando. Aun así, es un recuerdo estupendo.

Y al igual que ese, tengo un millón de recuerdos estupendos a lo largo de toda mi vida. El primer recuerdo que tengo desde que nací es de cuando iba al colegio, me acuerdo de que no me gustaba nada ir, sufría mucho por las burlas de los niños por mi tartamudez y mi tremenda timidez, así que algunos días mis me inventaban fiestas y aventuras para tener la motivación y las ganas de ir, y me imaginaba que la chica que me gustaba me dedicaría una mirada a la hora del recrero desde los patios separados que teníamos los chicos y las chicas.

Recuerdo a mis amigos de aquella época y recuerdo a mis amigos del barrio que por suerte aún continúan siéndolo, aunque han pasado mucho tiempo sin verlos. Recuerdo perfectamente la primera vez que le dije a una chica que me gustaba y mi primer beso. Recuerdo mi primer amor de verano y la primera vez que me enamoré. Recuerdo alguna fiesta en casa y alguna vez que he hecho sonreír a esos mismos amigos. Recuerdo mi primera nota en la Academia Militar, un 9’6, y recuerdo lo que sentí al terminar la Academia y empezar mi carrera profesional. Recuerdo tantísimas cosas buenas que podría pegarme horas escribiéndolas.

Pero también recuerdo que durante todo ese tiempo, durante cada época de mi vida, siempre ha habido “algo”, una cosa u otra, que hacía que cada momento no fuese completamente perfecto. Cuando era un crío siempre me gustaban más los regalos del resto de los niños que los míos. Al llegar al cole todos los chicos tenían las famosas deportivas de la época, las Reebok, las Adidas, yo me moría por tenerlas, pero mi madre lo veía una tontería (y con razón) y nunca me las compró. Mi marca de referencia eran las Paredes.

Después llegó la odiada época de la adolescencia, comenzaron los granitos por la frente que al final se fueron apoderando del resto de mi cara. Superadas las hormonas adolescentes llegó la etapa en la que tenía que estar perfecto y me pasé horas y horas en el gimnasio. Desde hace unos pocos meses estoy en la fase en la que cuando me ducho se me caen no mas de cinco pelos y ya estoy todo agobiado pensando que en unos años me quedaré calvo.

Y superado este nuevo bache, estoy seguro que dentro de unos pocos años algún nuevo “problema” invadirá mi mente y seguirá sin dejarme ser completamente feliz. No sé si será el no poder hacer mis actividades y mi trabajo como antes, o el hecho de ver que seré ya más mayor que la mayoría de losamigos  y que en toda mi vida no ganaré lo que ganan ellos en un año, o ver mis primeras arrugas, y las primeras canas, o darme cuenta de que algún chico me llama “señor” por la calle.

Lo que quiero decir es que siempre, siempre, va a haber algo que “falle”, no estés siempre esperando a que ese problema o esa preocupación desaparezca para disfrutar de cada momento como si fuese algo único, porque te aseguro que lo es. Hay una frase genial, que dice algo así como “no vemos el mundo como es, sino como somos”, apliquémonos el cuento. Y si siempre estamos pendientes de algo, si siempre pensamos que más adelante todo irá mejor, no vamos a saber saborear la vida ni vamos a disfrutar de cada cosa buena que nos traiga. Sólo tenemos una oportunidad, una vida, así que más vale aprovecharla a tope.

Sonríe siempre que te apetezca, hasta que la sonrisa no te quepa en la cara. Sonríe en los buenos momentos y sonríe también en los malos. Y si tienes que llorar, nunca te avergüences de hacerlo. Si quieres estudiar estudia, si quieres trabajar trabaja, pero arriésgate y no escojas el camino fácil, sólo por ser el camino fácil. Encuentra alguien a quien de verdad merezca la pena amar, no te conformes. Y cuando la encuentres dalo todo por ella y dile que la quieres cada día. Regálale un millón de sonrisas y buenos momentos. Y compartid también los no tan buenos, porque cuando todo lo demás falle, ella seguirá ahí a tu lado. Y cada día que hagas el amor con ella, hazlo sabiendo que no podrías elegir otro lugar mejor en el mundo donde estar, ni otra persona mejor con quien compartirlo, si no, no lo hagas.

Por supuesto cede tu sitio en el autobús y en el metro, que menos. Como se suele decir, baila como si nadie te estuviese mirando. Recuerda las tres palabras mágicas, “perdón, por favor y gracias”. Trata de hacer feliz a la gente que te rodea primero, y a la gente no tan cercana después. Y recuerda, “una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”, se rey, o se peón, se lo que quieras ser, pero nunca te sientas por debajo de nadie, ni dejes que otros te hagan sentir así. Vive una vida llena y feliz y haz que cada día valga la pena.

Al menos, eso es lo que quiero para mi. Siempre he pensado, que cuando sea un viejecillo adorable, dentro de muchísimos años, cuando todo esto se vaya a acabar, quiero poder mirar atrás y sonreír pensando que el viaje ha merecido la pena.

Y bueno… ahora mismo son un poco más de las seis y media de la mañana, la verdad es que nunca me había planteado escribir algo así, pero esta noche no podía dormir y he pensado que ésta era una buena forma de sacar un montón de cosas que llevaba dentro. 

Hace unos días conocí a mi nuevo psicólogo y unos días antes a mi nuevo psiquiatra, lo que me ha provocado un enorme desasosiego y angustia, pero espero que todo ello merezca de una vez la pena. No sé ni si debía, ni si quería contarlo. Por eso lo escribo aquí, al final de todo el texto, perdido en medio de un párrafo, porque sé que sólo la gente que se preocupa por mi y a la que le importo va a llegar a leer hasta aquí, y porque quiero que penséis un poco en mi, o que me tengáis en vuestra cabeza durante un rato o yo que sé, sólo quiero sentir vuestro apoyo que para mi es esencial, que me ponga bien y poder disfrutar plenamente el día en que pueda daros un fuerte abrazo de agrsadecimiento. 

Pero recuerda que yo no sé mucho de casi nada, así que tampoco me hagas mucho caso…

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