Yo también estoy muertecito de ganas de soltar algunas verdades, pero me cuesta decir lo que pienso.
En buena parte, temo herir con lo que digo, y las consecuencias que puedan tener mis palabras.
Por otra lado, me frena algo muy importante que me enseñaron los años; que SOY DUEÑO DE MI VERDAD y no la merece cualquiera.
Quién quiera conocerla deberá ganársela, yo no pienso regalarla más.
Ya lo avisaba Gandhi:
“Somos dueños de nuestro silencio y eternamente esclavos de nuestras palabras”
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