jueves, 4 de octubre de 2012

¡HAY QUE DECIRLO!

Hablando con un amigo sobre algo que había logrado y, de lo cual me alegro, me puse a pensar por qué somos tan tontos, porque no creo que exista otra palabra, para no decir clara y abiertamente lo que hemos logrado con nuestro propio esfuerzo.

Siempre tiene que surgir el típico que te dice: "Y no tienes abuela". Pues no, no tengo abuela y, tal como se están poniendo las cosas en esta sociedad que vivimos, creo que debemos empezar a presumir de lo que hemos logrado por nosotros mismos. 

Parece que nos avergoncemos de haber luchado, haber creído en nosotros, haber buscado soluciones hasta alcanzar nuestro objetivo y callamos.

Indudablemente, en mi caso, no puedo ni debo olvidar lo que lucharon mis padres para que yo pudiera estudiar, para inculcarme unos valores que me han servido como pilares, como guías para ir trazando el camino de mi vida y darme una formación que hace que yo ahora pueda trabajar en lo que me gusta. Reconozco que hicieron muy bien su labor y nunca se lo podré agradecer lo bastante.

Pero terminó mi etapa de aprendizaje académico (sigo teniendo una insaciable inquietud de aprender, de mejorar, de avanzar y de innovar en mi ámbito laboral) y a partir de entonces me tuve que enfrentar yo solo a la vida laboral y al mundo que me rodeaba.

Yo soy el que estudió duro para aprobar dos oposiciones, yo soy el que daba clases y siempre he compaginado mi profesión con otros trabajos para poder sacar a delante a mi familia, yo soy el que luchó y lucho hasta desarrollar un proyecto profesional y personal y al que acudo todos los días, esté enfermo o sano, para no perderlo, para hacerlo más grande; yo soy el que buscó y encontró a la persona ideal con la que compartir mi vida; yo soy el que se hincha como un pavo cuando me dicen que a mis hijos se les ve felices, porque ese es mi trabajo, que sean felices y poder ayudarles en su desarrollo personal y profesional; yo soy el que procura mantener unida a la familia y calla cosas y dice otras y sigue cada día.

Estoy cansado de no poder decir lo que he conseguido por mí mismo, de lo que he luchado, al igual que la mayoría, para tener lo que ahora tengo. Y no, no necesito abuela, porque ya vale de alabar a los que por un abrir de piernas lo tienen como un trofeo y lo pasean a los cuatro vientos.

Soy una persona normal y tengo todo el derecho del mundo a decir que lo que tengo en esta vida me lo he ganado. Creo que deberíamos dejarnos de falsas hipocresías y levantar la cabeza diciendo lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo. Seguramente ese empujón que nos dieron nuestros padres haga que ya en la meta levantemos los brazos y no los bajemos y que todo el mundo sepa que estamos donde estamos porque nos lo hemos ganado, poque hemos luchado duro por ello.

Pero aún así, con todo ello, tengo bien presente las palabras de Saramago “Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal”, por lo que a pesar de todo, lucho para comunicarme febrilmente con todos lo que me rodeán, lucho para que la revolución tecnológica sea únicamente una herramienta para alcanzar la revolución del conocimiento, de las conciencias, y por último, lucho y lucho para que mi proyecto personal, mis conocimientos y mi experiencia, beneficie el mayor número de personas posibles y que tengan la deferencia de pararse un momento a escucharme.


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