domingo, 8 de julio de 2012

MI PROPIA VISIÓN DE LA VIDA, DE LOS VALORES ÉTICOS Y PERSONALES

Ya se que es muy pastelón, que está mal estructurado, que habría que darle mil retoques, que es muy ñoño y que a veces ni siquiera se entiende, pero está escrito para alguien y ese alguien se merece que esté aquí. Al final me ha quedado larguísimo, por lo tanto mi agradecimiento de antemano por tu tiempo y tu paciencia.

Ya sabes, la mente y el corazón suelen estar reñidos, al menos eso es lo que siempre nos contaban cuando aun éramos unos peques, pero ¿puedo confiar en ti y contarte un secreto? Creo que los mayores estaban equivocados, pues mi mente y mi corazón me dicen al unísono que hay un motor ahí fuera que les permite seguir funcionando.

No busco escribir una bonita carta de esas llenas de suspiros y promesas en las que al final del cuento, el príncipe azul es rescatado por un beso de su princesa después de leer con una lagrimilla en la mejilla mil perdones, mil excusas y otras tantas razones por las que el amor siempre tiene que estar por encima de todo y que esa es, sin ningún tipo de dudas, la razón definitiva que permitirá a la feliz pareja acabar su cuento de hadas siendo felices y comiendo perdices.

Tan sólo quiero responder a una promesa que hice hace algún tiempo. (Pase lo que pase, lo primero es la sinceridad. Eso hará que todo marche bien). Pues esta carta o reencuentro o recordatorio o estas, simplemente, palabras sin orden alguno, únicamente pueden ofrecerte eso, la verdad. O cuanto menos, mi verdad por encima de todo.

Supongo que ahora toca una de las partes más difíciles, esa en la que te describes y te das cuenta con suma facilidad que todos los defectos afloran con rapidez, pero que las virtudes, jugando al escondite, se quedan camufladas por debajo esperando a ser rescatadas con cuentagotas. Me considero, cuanto menos, un hombre diferente, algo raro. Siempre he pensado que este mundo no estaba hecho para mí. No soy uno más cuya mayor ilusión ha sido salir de marcha los fines de semana cuanto más tarde mejor, vivir la vida loca, cuanto más alcohol mejor y cuantos más ligues, más habrá merecido la pena la noche.

Siempre he pensado que hay tres tipos de chicos en una discoteca. He utilizado este simil de la discoteca para ilustrar los tipos de hombre en la vida, no sé si con mucho acierto, espero con ello explicarme mejor.

Están los chicos guapos, esos que destacan sobre todos los demás, siempre con su ropa a la última y esa sonrisa perfecta con la que saben que podrían conquistar a la chica que quisieran.

Están los chicos divertidos, esos que no paran de hacerte sonreír hasta que te duele la tripa de tanto reírte, no sabes como lo hacen, pero siempre tienen la palabra apropiada en la boca, e incluso si miras de reojo, puedes ver a las chicas de su alrededor mirándolo con total admiración mientras cuenta una de sus últimas anécdotas, y encima no puedes creerte como ni cuando ha aprendido, pero se mueve, y no sólo es que se mueva, sino que el tío baila y lo hace bien, y no sólo eso, ¡además lo sabe y lo aprovecha que no veas el muy c****!.

Y luego están los chicos como yo, esos que se quedan mirando al chico divertido, riéndose con el resto pensando para sus adentros como les gustaría tener su desparpajo, o viendo como se le va acercando al chico guapo aquella chica tan mona que habías fichado hace un rato mientras bailaba cerca de la barra, y es en ese preciso momento cuando miras el reloj y te das cuenta de que ese no es tu sitio, que estarías mil veces mejor dando un paseo charlando con cualquiera de tus amigas, o cenando por ahí con tus amigos entre risas, o en el salón de casa viendo cualquier serie grabada durante la semana con tus padres, o tiradillo en la cama viendo la última peli que te has descargado de internet con una cerveza congelada en la mano, y se te ocurren tantísimos “o” en un momento, que llamas la atención del grupo y te despides alegando que estás muy cansado por culpa del trabajo o por llevar todo el día encerrado en casa un poco bajoneado de ánimo.

Es entonces cuando comienzan las caras de desaprobación y empiezas a oírte que es demasiado pronto, que un ratillo más, que eres un soso… y no sabéis las ganas que se tienen de gritar con todas tus fuerzas lo que te gustaría ser el chico divertido para poder haber dicho que sí a esa chica que te hacia tanta gracia cuando te había pedido bailar diez minutos antes, pero tuviste que rechazar con algo así como: (Me encantaría, pero de verdad que no soy capaz de mover las caderas, para mi las caderas y el culo son uno, es por culpa de ser hombre, viene escrito en nuestros genes, ¿o acaso ves a algún chico bailando en esta discoteca?).

Pero no, no dices nada, en cuenta pones la mejor de las sonrisas para tus amigos, y sólo te queda decir, (seguro que el próximo finde estoy más animado). Y ahí acaba tu noche. O en realidad no, porque mientras estás conduciendo de vuelta a casa, sabes que el chico guapo ni siquiera se acordará del nombre de ella al día siguiente y que posiblemente al divertido no le cabrán más números de teléfono en la agenda, pero tú sonríes pensando que tal vez, sólo tal vez, puedas tener algo mejor que ellos para ofrecer, y que no necesitas cien chicas a tu alrededor, sólo una para hacerla feliz.

Y creo que lo mejor que puedo ofrecerle son mis ideales, esa es la virtud que si me dejasen elegir, resaltaría por encima del resto. Virtud ajena, cuanto menos inculcada por otros. Se la debo con mil gracias a mis padres, ¡vaya suerte que he tenido con ellos en esta vida!, a mis profes desde pequeñín y a todas aquellas personas que de un modo u otro han ido apareciendo o cruzándose en mi vida a los que he ido robando, con gran descaro e ilusión, esa parte que veía de bueno en cada uno de ellos.

¿Qué te parece si ahora, poco a poco, desmenuzamos juntos esos ideales para ver con que debería quedarme y que partes son “desechables”?. Comencemos por la base, el principio, aquello que se supone capaz de dar sentido a todo lo demás, los valores morales, los valores éticos, los valores personales. ¿Sabes? Desde que era un crío siempre he pensado en escribir sobre estos valores. Aunque no se si por vagancia, por el miedo que me da todo lo que podría aparecer en la búsqueda o por el incomprensible hecho de que, a pesar de que para mi todos estos valores deberían ser algo tan cercano en nuestras vidas como un hermano, un padre, un amigo o una madre ¿por qué no?, se hace tremendamente difícil explicar con palabras llanas y sinceras qué es todo ello y su significado y trascendencia en mi vida, o lo cerca o lo lejos que se encuentran en este momento de mi. Supongo que, cosas del destino, tal vez éste sea un buen momento para enmendarlo. Hay que tener en cuenta para ello antes de lanzarme a la piscina, las circunstancias personales, religiosas, sociales de la sociedad en las que he vivido y que marcaron fuertemente mis valores y principios desde bien joven.

Para explicarme mejor voy a aprovechar la lectura reciente de libro "Los Esenios del Mar Muerto", que me ha parecido muy interesante y esclarecedor para afrontar el presente reto que encierra esta entrada al blog.
 
“Parte un leño por la mitad, y allí estaré; levanta una piedra, y allí me encontrarás”. En 1945 unos campesinos descubrieron en Nag Hammadi, Egipto, unos códices de papiro que fueron fechados alrededor del siglo cuarto después de Cristo. El contenido más asombroso se encontraba en el segundo de los dos códices descubiertos, se descubrió un texto en lengua copta (antiguo egipcio) en perfectas condiciones que finalizaba con las palabras “evangelio según Tomás”. La Iglesia no lo aceptó ya que a diferencia de los evangelios canónicos (los que se suponen inspirados por Dios) no surgió de una comunidad cristiana. 

Fue rápidamente identificado como perteneciente a un movimiento que tuvo su auge durante los siglos dos y tres llamado gnosticismo, y aun cuando si lo hubiera sido, lo que determina que algunos libros fueran aceptados como canónicos y otros no era el consenso entre la Iglesia.

Pues para mi esa frase, ese sentimiento, esa sensación de entender que los valores más sólidos e intrínsecos al ser humano, así como la ética que debe regir sus acciones, se encuentra tan cercano como el aire que respiro o la sangre que circula por mis venas es lo que hace que pueda sentirlos como míos y fundirlos como parte de lo cotidiano. Esa es la palabra, cotidiano. No digo que no sea yo el primero que debería aplicarse el cuento con lo que voy a decir, a decir verdad ya no recuerdo cuando fue la última vez que realicé un trabajo de introspección profundo, aunque de hecho en mi vida he asociado más los valores y la ética personal con el verbo “ofrecer” que con “pedir”, sólo digo como creo que deberían ser las cosas y como personalmente me gustaría que fuesen.

Con todo ello, lo que quiero para mi es ese amigo al que siempre puedes telefonear sin tener nada que decir y al final se te ha pasado la tarde volando mientras le cuentas media vida. Y es ese sentimiento el que, pensando que me pueda estar observando en cada gesto como un padre pendiente de su hijo pequeño, me pueda hacer sentir mejor, más confiado y seguro en cada uno de los momentos de mi vida cotidiana. Cómo sería el mundo si teniendo que trabajar pudiese sonreír pensando en que tal vez debería hacer algo más por los demás para que estuviese un poquillo más contento conmigo. Incluso en los momentos más triviales, dando un paseo, tratase de captar todos los detalles que me rodean; observando las caras de la gente, y por un momento me plantease como serán sus vidas, ¿que ocurriría si todos nos lo planteásemos?, quizá empezásemos a preocuparnos un poco más por el resto y tal vez dejasen de ser simples rostros anónimos que nos rozan por la calle.
 
Tratando de recoger cada uno de los sonidos y colores, de las caras, los reflejos y detalles que se ofrecen durante el camino, parece mentira que algo tan simple como los pocos metros que separan tu casa de las personas que quieres y aprecias, puedan dar tanto de si cuando te lo propones. Supongo que todo es cuestión de perspectiva.

Ayer fué mi cumpleaños, y recibí numerosas felicitaciones y recuerdos de muchos amigos, algunos de ellos a los que ni siquiera conozco personalmente, pero con todos los cuales me siento unido por las sensaciones y emociones que me transmiten, y que me reafirman totalmente en el fortalecimiento de esos valores personales, en esos ideales (que ni mucho menos utopías), en ese comportamiento ético y honesto. Muchas gracias a todos vosotros!!!


 

1 comentario:

  1. Hola, Adolfo. En primer lugar, felicidades (como digo yo en los cumpleaños: otro año de vida del que ya no me tengo que ocupar).
    Y en segundo lugar, enhorabuena por escribir tan bien; esto ya te lo he dicho en otras ocasiones, pero lo mantengo. Hay pocas personas, por desgracia, que consigan que el texto diga lo que quieren decir. Un vocabulario exacto; una puntuación correcta y pertinente; falta alguna tilde, pero de verdad que es un placer leerte.
    Lo que le falta al texto, aunque se desprende de él, es que finalmente no nos cuenta tus valores, tus principios éticos, como anuncia al principio. Sí es cierto que se transmiten intenciones y voluntades, pero los valores personales se quedaron en el tintero; en este caso, por tratarse de una "confesión", se quedaron en la trastienda del consciente. Sí, creo que el inconsciente se revela con bastante frecuencia y exactitud en la escritura (de ahí un aspecto de su función terapéutica).
    En cualquier caso, de nuevo, enhorabuena y mil gracias por tu sinceridad.
    Con tu permiso, también voy a entrar en el contenido de esta entrada. Resulta que parece que consideras oportuno que el hombre vaya por la vida fijándose en todos los demás, en los que encontrará una vida propia, unos sentimientos, preocupaciones o anhelos; y que de esa forma seríamos, como diría, más solidarios. Bueno, pues estoy de acuerdo en cuanto a la conveniencia de atención a los demás; pero no creo que el hombre pueda prestar esa atención de forma permanente y hacia todo el que se cruza en su vida. Y no puede, simplemente, porque no tiene tiempo suficiente para hacerlo. Creo que con vivir honestamente (lo que supone no hacer trampas, no engañar, no estafar a los demás); con atender a las personas más cercanas; con amar de verdad a quienes queremos y nos quieren; y con esforzarse cada día en ser mejores, más sabios y más ricos de espíritu, ya es suficiente, ¿no te parece?.
    Felicidades otra vez.
    Saludos.

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