Ya se que es muy pastelón, que está mal estructurado, que habría que
darle mil retoques, que es muy ñoño y que a veces ni siquiera se
entiende, pero está escrito para alguien y ese alguien se merece que
esté aquí. Al final me ha quedado larguísimo, por lo tanto mi agradecimiento de antemano por tu tiempo y tu paciencia.
Ya sabes, la mente y el corazón suelen estar reñidos, al menos eso es
lo que siempre nos contaban cuando aun éramos unos peques, pero ¿puedo
confiar en ti y contarte un secreto? Creo que los mayores estaban
equivocados, pues mi mente y mi corazón me dicen al unísono que hay un
motor ahí fuera que les permite seguir funcionando.
No
busco escribir una bonita carta de esas llenas de suspiros y promesas
en las que al final del cuento, el príncipe azul es rescatado por un
beso de su princesa después de leer con una lagrimilla en la mejilla mil
perdones, mil excusas y otras tantas razones por las que el amor
siempre tiene que estar por encima de todo y que esa es, sin ningún tipo
de dudas, la razón definitiva que permitirá a la feliz pareja acabar su
cuento de hadas siendo felices y comiendo perdices.
Tan
sólo quiero responder a una promesa que hice hace algún tiempo. (Pase
lo que pase, lo primero es la sinceridad. Eso hará que todo marche
bien). Pues esta carta o reencuentro o recordatorio o estas,
simplemente, palabras sin orden alguno, únicamente pueden ofrecerte eso,
la verdad. O cuanto menos, mi verdad por encima de todo.
Supongo que ahora toca una de las partes más difíciles, esa en la que te describes y te das cuenta con suma
facilidad que todos los defectos afloran con rapidez, pero que las virtudes, jugando al escondite, se quedan camufladas por debajo
esperando a ser rescatadas con cuentagotas. Me considero, cuanto menos,
un hombre diferente, algo raro. Siempre he pensado que este mundo no estaba hecho
para mí. No soy uno más cuya mayor ilusión ha sido salir de marcha los fines
de semana cuanto más tarde mejor, vivir la vida loca, cuanto más alcohol mejor y cuantos
más ligues, más habrá merecido la pena la noche.
Siempre he pensado que hay tres tipos de chicos en una discoteca. He utilizado este simil de la discoteca para ilustrar los tipos de hombre en la vida, no sé si con mucho acierto, espero con ello explicarme mejor.
Están
los chicos guapos, esos que destacan sobre todos los demás, siempre con
su ropa a la última y esa sonrisa perfecta con la que saben que podrían
conquistar a la chica que quisieran.
Están
los chicos divertidos, esos que no paran de hacerte sonreír hasta que
te duele la tripa de tanto reírte, no sabes como lo hacen, pero siempre
tienen la palabra apropiada en la boca, e incluso si miras de reojo,
puedes ver a las chicas de su alrededor mirándolo con total admiración
mientras cuenta una de sus últimas anécdotas, y encima no puedes creerte
como ni cuando ha aprendido, pero se mueve, y no sólo es que se mueva,
sino que el tío baila y lo hace bien, y no sólo eso, ¡además lo sabe y
lo aprovecha que no veas el muy c****!.
Y
luego están los chicos como yo, esos que se quedan mirando al chico
divertido, riéndose con el resto pensando para sus adentros como les
gustaría tener su desparpajo, o viendo como se le va acercando al chico
guapo aquella chica tan mona que habías fichado hace un rato mientras
bailaba cerca de la barra, y es en ese preciso momento cuando miras el
reloj y te das cuenta de que ese no es tu sitio, que estarías mil veces
mejor dando un paseo charlando con cualquiera de tus amigas, o cenando
por ahí con tus amigos entre risas, o en el salón de casa viendo
cualquier serie grabada durante la semana con tus padres, o tiradillo en
la cama viendo la última peli que te has descargado de internet con una cerveza congelada en la mano, y se te ocurren tantísimos “o” en un
momento, que llamas la atención del grupo y te despides alegando que
estás muy cansado por culpa del trabajo o por llevar todo el día encerrado en casa un poco bajoneado de ánimo.
Es
entonces cuando comienzan las caras de desaprobación y empiezas a oírte
que es demasiado pronto, que un ratillo más, que eres un soso… y no
sabéis las ganas que se tienen de gritar con todas tus fuerzas lo que te
gustaría ser el chico divertido para poder haber dicho que sí a esa
chica que te hacia tanta gracia cuando te había pedido bailar diez
minutos antes, pero tuviste que rechazar con algo así como: (Me
encantaría, pero de verdad que no soy capaz de mover las caderas, para
mi las caderas y el culo son uno, es por culpa de ser hombre, viene
escrito en nuestros genes, ¿o acaso ves a algún chico bailando en esta
discoteca?).
Pero no, no dices nada, en cuenta pones la mejor de las sonrisas para tus amigos, y sólo te queda decir, (seguro que el próximo finde estoy más animado). Y ahí acaba tu noche. O
en realidad no, porque mientras estás conduciendo de vuelta a casa,
sabes que el chico guapo ni siquiera se acordará del nombre de ella al
día siguiente y que posiblemente al divertido no le cabrán más números
de teléfono en la agenda, pero tú sonríes pensando que tal vez, sólo tal
vez, puedas tener algo mejor que ellos para ofrecer, y que no necesitas
cien chicas a tu alrededor, sólo una para hacerla feliz.
Y creo que lo mejor que puedo ofrecerle son mis ideales, esa es la
virtud que si me dejasen elegir, resaltaría por encima del resto. Virtud
ajena, cuanto menos inculcada por otros. Se la debo con mil gracias a
mis padres, ¡vaya suerte que he tenido con ellos en esta vida!, a mis
profes desde pequeñín y a todas aquellas personas que de un modo u otro
han ido apareciendo o cruzándose en mi vida a los que he ido robando,
con gran descaro e ilusión, esa parte que veía de bueno en cada uno de
ellos.
¿Qué te parece si ahora, poco a poco, desmenuzamos juntos esos
ideales para ver con que debería quedarme y que partes son
“desechables”?. Comencemos por la base, el principio, aquello que se
supone capaz de dar sentido a todo lo demás, los valores morales, los valores éticos, los valores personales. ¿Sabes? Desde
que era un crío siempre he pensado en escribir sobre estos valores. Aunque no se si por vagancia, por el miedo que me da todo lo
que podría aparecer en la búsqueda o por el incomprensible hecho de que,
a pesar de que para mi todos estos valores deberían ser algo tan cercano en nuestras
vidas como un hermano, un padre, un amigo o una madre ¿por qué no?, se
hace tremendamente difícil explicar con palabras llanas y sinceras qué es todo ello y su significado y trascendencia en mi vida, o lo cerca o lo lejos que se encuentran en este momento de mi.
Supongo que, cosas del destino, tal vez éste sea un buen momento para
enmendarlo. Hay que tener en cuenta para ello antes de lanzarme a la piscina, las circunstancias personales, religiosas, sociales de la sociedad en las que he vivido y que marcaron fuertemente mis valores y principios desde bien joven.
Para explicarme mejor voy a aprovechar la lectura reciente de libro "Los Esenios del Mar Muerto", que me ha parecido muy interesante y esclarecedor para afrontar el presente reto que encierra esta entrada al blog.
“Parte un leño por la mitad, y allí estaré; levanta una piedra, y
allí me encontrarás”. En 1945 unos campesinos descubrieron en Nag
Hammadi, Egipto, unos códices de papiro que fueron fechados alrededor
del siglo cuarto después de Cristo. El contenido más asombroso se
encontraba en el segundo de los dos códices descubiertos, se descubrió
un texto en lengua copta (antiguo egipcio) en perfectas condiciones que
finalizaba con las palabras “evangelio según Tomás”. La Iglesia no lo
aceptó ya que a diferencia de los evangelios canónicos (los que se
suponen inspirados por Dios) no surgió de una comunidad cristiana.
Fue
rápidamente identificado como perteneciente a un movimiento que tuvo su
auge durante los siglos dos y tres llamado gnosticismo, y aun cuando si
lo hubiera sido, lo que determina que algunos libros fueran aceptados
como canónicos y otros no era el consenso entre la Iglesia.
Pues para mi esa frase, ese sentimiento, esa sensación de entender
que los valores más sólidos e intrínsecos al ser humano, así como la ética que debe regir sus acciones, se encuentra tan cercano como el aire que respiro o la sangre
que circula por mis venas es lo que hace que pueda sentirlos
como míos y fundirlos como parte de lo cotidiano. Esa es la palabra,
cotidiano. No digo que no sea yo el primero que debería aplicarse el
cuento con lo que voy a decir, a decir verdad ya no recuerdo cuando fue la última vez que realicé un trabajo de introspección profundo, aunque de hecho en mi vida he
asociado más los valores y la ética personal con el verbo “ofrecer” que con “pedir”,
sólo digo como creo que deberían ser las cosas y como personalmente me
gustaría que fuesen.
Con todo ello, lo que quiero para mi es ese amigo al que siempre puedes
telefonear sin tener nada que decir y al final se te ha pasado la tarde
volando mientras le cuentas media vida. Y es ese sentimiento el que,
pensando que me pueda estar observando en cada gesto como un padre
pendiente de su hijo pequeño, me pueda hacer sentir mejor, más confiado y
seguro en cada uno de los momentos de mi vida cotidiana. Cómo sería el
mundo si teniendo que trabajar pudiese sonreír pensando en que tal vez
debería hacer algo más por los demás para que estuviese un poquillo más
contento conmigo. Incluso en los momentos más triviales, dando un paseo, tratase de captar todos los detalles que
me rodean; observando las caras de la gente, y por un momento me
plantease como serán sus vidas, ¿que ocurriría si todos nos lo
planteásemos?, quizá empezásemos a preocuparnos un poco más por el
resto y tal vez dejasen de ser simples rostros anónimos que nos rozan
por la calle.
Tratando de recoger cada uno de los sonidos y colores, de las caras,
los reflejos y detalles que se ofrecen durante el camino, parece mentira
que algo tan simple como los pocos metros que separan tu casa de las personas que quieres y aprecias, puedan dar tanto de si cuando te lo propones. Supongo
que todo es cuestión de perspectiva.
Ayer fué mi cumpleaños, y recibí numerosas felicitaciones y recuerdos de muchos amigos, algunos de ellos a los que ni siquiera conozco personalmente, pero con todos los cuales me siento unido por las sensaciones y emociones que me transmiten, y que me reafirman totalmente en el fortalecimiento de esos valores personales, en esos ideales (que ni mucho menos utopías), en ese comportamiento ético y honesto. Muchas gracias a todos vosotros!!!